Cuando se habla de textos de ventas, se suele poner el foco en la primera frase.
Es algo normal. La primera frase —o el propio título de este post—, marca la diferencia entre que leas o no leas la publicación que tienes delante. Sin esa atención, todo lo que venga después no funciona.
Pero a la hora de la verdad, no basta con que te miren. Es importante que también actúen. Y ahí es donde entra la llamada a la acción (el famoso CTA del que tanto se habla).
Sin embargo, la mayoría de las personas, por las prisas, lo hace mal. Y eso es de lo que vamos a hablar en este artículo.
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9 de cada 10 llamadas a la acción no funcionan y tú puedes evitarlo
El problema de las llamadas a la acción es muy sencillo en realidad. Y eso significa que, con que pongas un poco de tu parte, podrás conseguir los resultados que el resto no logra por pereza.
Es probable que todos los que estemos aquí sepamos que una llamada a la acción es el momento en el que le pedimos a nuestro cliente que realice una acción.
Puede ser que comente. Puede ser que comparta. Puede ser que se suscriba. Puede ser que nos compre.
Ya sabes más o menos cómo funciona este proceso. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha confundido este concepto y se ha empezado a llamar Call to Action a lo que no es.
Tu botón no es un CTA. Tu Call to Action es mucho más
Este es el matiz.
Como lo más habitual es que la petición final a la hora de actuar sea en forma de botón, consideramos que una llamada a la acción es este botón concreto.
Pero no es así. Si lo consideramos así, estaremos cayendo en el error que cometen 9 de cada 10 personas y que eso les impide vender.
La llamada a la acción es esa parte persuasiva que arranca antes del botón y que lleva a la persona a tomar acción.
No es solo un botón. Es un bloque de texto. Un espacio donde tratamos de convencer a la persona de delante de que es el momento de actuar.
Si somos capaces de dedicar el tiempo necesario, conseguiremos resultados. Si tenemos tanta prisa por acabar, no pulsará ni nuestra abuela.
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