¿Alguna vez te has pensado en cómo trabajamos las personas que dedicamos nuestra vida a escribir delante de un ordenador? Yo siempre he sentido curiosidad por cómo nos ven desde fuera: extraños, introvertidos, enamorados de las palabras, creando un lazo invisible con ellas. Sin embargo, el día que escribo estas líneas he tenido tantas ideas en la cabeza que el copywriting se ha hundido por todas partes y esta es una pequeña reflexión al respecto.
La estabilidad emocional es el motor del copywriter
Todos pasamos por malas etapas. Eso es un hecho. Y, la verdad, me gustaría haber pasado alguna vez una y que mi vida no girara en torno a la creatividad para poder atisbar cómo enfrentarme a ella en un escenario diferente. No obstante, por suerte o por desgracia no he tenido el dudoso placer y al final me he hallado siempre en un oficio o proyecto relacionado con un papel en blanco, unas teclas y la imperante necesidad de llenarlo.
Supongo que habrá persona que tenga la magia de encerrarse en sus palabras en los momentos delicados. Yo no tengo ese don. Nací con una mente inquieta y cuando algo me evoca un nerviosismo inaguantable, acabo dando vueltas a mil ideas destructivas, provocándome un dolor de tripa que me paraliza y con la certeza de que pase lo que pase, ese día no habrá párrafos con sentido en el papel.
Hoy ha sido uno de esos días. He estado delante del ordenador y me importaba todo menos aquello de lo que se suponía que tenía que escribir.
Hoy ha sido uno de esos días donde la mente vuela libre y a un cliente solo se le puede ofrecer un baipás de técnicas creadas a partir del estudio y una experiencia que ha construido los pilares de un trabajo que acompaña muchos años.
De todo ello, por suerte, me escapo con la iluminación de una sonrisa. Qué suerte tengo de haber escogido un oficio donde la alegría y la diversión sean tan determinantes.