Hace algunos días tuve una conversación con un emprendedor muy particular.
Clasificaba a los clientes entre grandes y pequeños, y hasta ahí todo normal.
Lo que sucede es que cuando sentía que el tiempo le comía, estaba dispuesto a sacrificar a los pequeños por contentar a los grandes.
Algo que desde el punto de vista racional veo lógico, pero que desde la perspectiva humana me parece injustificable.
Un cliente no tiene la culpa de ser grande o pequeño, pero tú sí de haberle prometido que le ayudarías a conseguir resultados.
Aunque es evidente que el presupuesto condicionará el trabajo que realices, también es cierto que eso no es pie para esforzarte menos.
A nivel personal, me encanta tener clientes pequeños.
Los disfruto un montón.
Desde la primera hasta la última línea son algo con lo que me lo paso bien y creo que ahí está parte de la magia de este trabajo.
Por supuesto que los grandes son más lucrativos, pero a veces eso no es lo único que cuenta.
O quizás sea solo yo que soy muy ingenuo.