Si tienes perro, es probable que te hayas encontrado en esta situación.
En alguna ocasión has abierto la bolsa de su pienso y te has sentido tentado a probarla.
O puede que no se tratara de su comida regular, pero sí, por lo menos, ese precio tan especial que has comprado.
Pone sabor menta en el paquete y tienes ganas de pegarle un lametón.
Después de todo, cuando los anuncios nos hablan nos explican que es muy sabrosa.
¿Por qué?
¿Por qué nos dice este tipo de anuncios que la comida es sabrosa cuando nuestro perro jamás nos dirá si le ha parecido un manjar de Ritz o la comida rápida del McDonalds de la esquina?
La solución es tan sencilla que solemos pasarla por alto.
Ese anuncio no está dirigido a nuestro perro, sino a la visión que tengamos sobre nosotros mismos como humanos que comparten la vida con ellos.
Todo su mensaje está construido para que nos miremos en el espejo y digamos qué buen dueño soy.
¿Te das cuenta?
En muchas ocasiones caemos en el error de escribir para el consumidor y no para el comprador.
En todo momento el destinatario de nuestro mensaje ha de ser la persona que tome la decisión final de compra.
En el caso del perro es el humano, pero es que ne el caso de muchos niños será el padre o la madre de turno.
Ahora me gustaría que hicieras algo.
Que fueras sa los últimos textos que has escrito y te hicieras una pregunta.
¿Está bien definido el objetivo del mensaje?