«Me tienen envidia porque soy guapo, rico y buen jugador».
Después de un partido en el que toda la grada se le echó encima, Cristiano Ronaldo afirmó algo así ante el micrófono de un periodista.
Por cierto, los de Crackovia hicieron una parodia aquí.
Así que entre risas, enfados y algún que otro insulto, Cristiano Ronaldo se quedó en nuestra cabeza como ese jugador ególatra.
Si te digo la verdad, ese es uno de los últimos recuerdos que tengo de Ronaldo. Después de ello me desconecté del fútbol y hasta este año no había vuelto a ver nada.
(Y tampoco creo que vea mucho más).
Pero la pregunta es la siguiente.
¿Por qué un tío como Ronaldo que quiere ganar ante todo y con una ética de trabajo insuperable nos cae mal?
La respuesta es su frase.
No porque es guapo, rico y buen jugador —que oye, envidia le tendrán, eso seguro—. Sino porque en un mundo en el que puede decidir si mirarse el ombligo o a los demás, se elige siempre a sí mismo.
De la misma manera que cuando entramos en una página web y nos hablan solo de ellos nos vamos sin comprar, cuando una persona centra su mensaje en sí mismo nos genera rechazo.
Sea cual sea el mensaje que queremos lanzar —y lo queramos lanzar para seducir o para vender— es importantísimo que se centre en la persona de delante.
Pues cada vez que haces sentir bien a la persona de delante mientras comprende que entiendes su necesidad, más posibilidades habrá de que termine dándote el «sí, quiero».