Cuando entré en la universidad lo hice sin demasiadas ilusiones por convertirme en abogado. Como te he contado en mi historia, a mí me encantaba escribir y yo sabía que me dedicaría a algo relacionado.
Los últimos años había dedicado siempre mi tiempo libre a empaparme de clásicos de literatura para dominar sus técnicas y hablaba de ellos en mi blog y canal literario.
Por ello la mañana en la que un profesor de universidad me dijo que no sabía redactar, mi mundo se tambaleó por completo.
El examen de Derecho Internacional Público que redacté mal
Me acuerdo perfectamente de la asignatura. Se trataba de Derecho Internacional Público, en el segundo semestre del primer curso universitario.
En su primera clase me percaté para siempre de que matricularme en Derecho había sido una mala idea.
Y no porque no pudiera con la asignatura, que me la acabé sacando muy bien. Sino porque me di cuenta de que jamás me apasionaría por aquellos temas.
Una reflexión que me colocó directamente en una posición distante y en la necesidad de apostar todo lo que tenía por el marketing, que era lo que me mantenía despierto por las noches por aquel entonces (y hasta ahora).
Toda esta historia surgió durante un examen parcial. Me acuerdo de que había una parte test y otra de redacción de contenidos y en esta último yo tenía las ideas tan poco claras que simplemente me dediqué a escribir mucho y sin demasiada coherencia.
Cuando el profesor devolvió el examen unas semanas después tenía una nota escrita en él. En ella decía que no sabía redactar y que necesitaba mejorar esa habilidad.
Me acuerdo de que me dolió muchísimo. Si había algo que sabía que podía hacer de la mejor forma y a la que le prestaba atención cada día era a la escritura. Por tanto, que viniera un desconocido a afirmar que tenía un nivel bajo me molestaba.
Pero, ¿sabes qué? Probablemente en ese examen redacté uno de los peores contenidos de mi historia y te quiero explicar por qué.
¿Qué sucedió en aquel examen para redactarlo tan mal?
Seguro que has intuido ya que esa asignatura no fue de mis favoritas. Así que como la estudié sin la motivación necesaria, el resultado fue que tenía todas las ideas bailando.
Así que como quería rellenar con lo poco que sabía, pero quería dejar claro que había estudiado, me dediqué a enrollarme sin ningún objetivo.
Una técnica que había usado siempre a la hora de rellenar exámenes donde iba más justo y que me había funcionado.
Aunque en aquel momento parece que se percató el profesor de lo que estaba haciendo.
Visto con perspectiva, bastante tuve con aprobar, la verdad.
Jamás hubiera pensado que todo esto supondría una de las lecciones de copywriting más importantes de toda mi vida.
¿Qué sucede cuando no tienes claro de qué estás escribiendo?
En la lengua de la calle te diría que la lías, pero así explicado más en propiedad del marketing, te diría que la lías parda.
Lo que sucede es que das muchísimos rodeos porque no tienes ni idea de cuál es el fin al que quieres llegar. Y así eres incapaz de ofrece un contenido de calidad.
Es cierto que para una persona que no sepa del tema le puedes dar la sensación de que conoces un montón porque no te entiende. Pero la realidad es que si de verdad supieras de qué hablas hasta tu abuelo podría entenderte.
Un copywriter tiene que ir siempre al grano y para ello es fundamental que sepa de lo que habla, para qué lo escribe y quién será la persona que lo lea.
Es la combinación de estos 3 elementos los que le permitirán crear un copy persuasivo lo suficientemente interesante como para encandilar a su potencial cliente.
La escritura persuasiva no es un camino de ya verás a dónde llegas, sino que está construida sobre la idea de una estrategia y un plan definidos antes de colocar la primera tecla.
Si no lo estás haciendo así, algo falla, amigo.
¿Por qué ser conciso y directo es clave para persuadir con tu copy?
Las personas están muy ocupadas y odian que les hagas perder el tiempo.
Por ello, cuando encuentran textos que están pensados específicamente para sus necesidades, sin mareos, lo aprecian.
Cuando una persona te contesta con rodeos, estoy seguro de que también piensas que hay gato encerrado.
Tú quieres evitar que este pensamiento se asiente en la mente de tu cliente. Por ello es tan interesante que apuestes claramente por un mensaje conciso.
Si se da cuenta de que estás atacando su problema de manera directa, se percatará de que sabes de qué estás hablando.
Una lección importante con secuelas personales y profesionales
Aunque ahora lo vea como una de esas grandes enseñanzas que me marcaron a nivel personal y profesional, en aquel momento se trató de un golpe muy duro.
Tenía muy asumido que de todos los que éramos en clase, yo era una de las personas que mejor redactaba. Sino la que más.
Sin embargo, escribiendo a mano siempre he sido muy lento y eso me ponía tremendamente nervioso durante los exámenes. Pensaba que no acabaría y aceleraba sin pensar.
Ojalá hubiera podido redactar los exámenes con un teclado. ¡Otro gallo hubiera cantado!
Me acuerdo que durante varios días estuve rumiando aquel mensaje y que en la siguiente clase me avergonzaba mirar al profesor a la cara.
De alguna manera sentía que todo lo que era se había desvanecido en aquel momento.
Por suerte me recompuse con el paso de las semanas y me sirvió como lección para enfrentarme siempre a las críticas.
Fue la primera de muchas que llegaron después por la exposición en internet.
Las 5 claves de esta clase
- Evita los rodeos. ¡A tu cliente no le interesa perder el tiempo!
- Sé conciso y directo. Es la clave para persuadir.
- Planifica al detalle antes de lanzarte a las teclas.
- Piensa que lo está leyendo tu abuela. ¿Lo entenderá?
- Aprende de tus fracasos para impulsar tu futuro.
Al final ha quedado una historia curiosa de viernes. Espero que mi experiencia como alumno te haya servido de ayuda y que todas estas enseñanzas las puedas aplicar en tu día a día.
Puede que la universidad nunca me haya llegado a servir a nivel profesional, pero a nivel humano fue un salto de calidad muy importante.