Entras en una sala con personas con las que jamás te has reunido y el corazón te late a mil pulsaciones por minuto. Eres consciente de que tus manos tiemblan, así que tratas de realizar los mínimos gestos posibles con tus manos para que no se percaten de tu debilidad. Pronto, la sensación llega a tal extremo que sientes que los músculos del rostro entra en tensión y solo tras encadenar dos frases con sentido y olvidarte del peso sobre tus hombros, parece que tu mente vuelve a carburar.
Nervios y excitación son las dos caras de la misma moneda
Recuerdo que una vez escuché a Simon Sinek hablar de que los síntomas del nerviosismo son los mismos que los de la excitación por algo que queremos hacer. El cuerpo se prepara de la misma manera para las dos situaciones y está en nuestra mano disponer de la capacidad para decantar la balanza en uno u otro sentido.
Tampoco se me ha olvidado que en el vídeo de la charla en el que le escuché argumentar esta realidad, muchas personas comentario afirmando que desde que habían mirado a la realidad de esta manera ya no se habían vuelto a poner nerviosos.
Bueno, pues este no es mi caso, pero mentiría si te contara que no me ha ayudado mucho. Ese primer paso inicial sigue siendo complicado por alguna razón que desconozco, pero en cuanto una o dos frases fluyen de manera correcta, mi cuerpo pasa a una fase de disfrute y el resto de la reunión me lo paso en grande.
Un pequeño experimento
Hace unas cuantas semanas quise hacer una prueba. Siempre me había preocupado cómo se interpretaban desde fuera estos síntomas, así que decidí verlo. Tenía claro que una vez que contara con toda la información me sería mucho más sencillo corregir los matices.
Así que aprovechando que tenía una reunión a distancia quise grabarme con la cámara para verme después y evaluarme —por cierto, que de la reunión salieron bastantes ideas y puedes encontrar aquí el vídeo resumen, ya que estamos—.
Y si te digo la verdad, he salido contento. Pensaba que desde fuera sería catastrófico y cuando me he visto me he percatado de que el primer momento estoy un poco menos suelto, pero ninguna calamidad como imaginaba.
La consecuencia de esta reflexión es que nos miramos siendo mucho más críticos de cómo la realidad es. Merece la pena fijarnos en la distancia y ser capaces de entender qué mejorar y hasta qué nivel de magnitud llegan estos hechos.