Hace unos días me reuní con un cliente que tenía las cosas muy claras: los fines de semana no trabajaba y las tardes que tenía a las niñas en casa eran sagradas.
Punto.
Fue lo primero que me dijo —nos dijo, que estábamos varios en esa reunión— cuando empezamos a hablar.
¿Cuándo hemos dado por supuesto que una persona autónoma y emprendedora tenga que sacrificar su vida por el trabajo?
Seguro que piensas que nadie te lo pide o que es un héroe con esta afirmación. Pero nada más lejos de la realidad. Es algo que se da por supuesto.
Hace unos cuantos días, un cliente me escribió a las 21:12 de un martes para preguntarme si nos podríamos reunir.
La semana pasada me coordiné con una clienta latinoamericana a las 22:00 por hacerle un favor y cuando vi que pasados 20 minutos no había llegado, le dije que reorganizáramos la cita.
El domingo me salió automático contestar a un mensaje de un cliente que ya le respondía el lunes.
Eres copywriter. Eres autónomo. Pero eres más que eso. Eres la vida que pasa fuera de tu despacho y de tu ordenador.
No te disculpes.