Si has leído algún libro de Stephen King, sabrás que es un genio. Sin embargo, muchos expertos y entendidos de la literatura cuestionan su talento.
Le recriminan que se trata de literatura comercial, como si el objetivo de cualquier libro publicado no fuera venderse.
Le tachan de escribir novelas de mal gusto por la temática de sus historias, ya que todos sabemos que el terror y la comedia son géneros de segunda.
Y puedes pensar que esto es algo que le ha ocurrido desde que triunfó con su primera novela, Carrie.
Pero no es así.
De hecho, este sambenito le acompaña desde mucho antes de que tú o yo pudiéramos conocerlo.
Todo se remonta a su tiempo en el instituto.
Ahí donde lo ves, siempre ha estado enamorado de contar historias y cuando sólo tenía unos 10 años, comenzó a vender sus cuentos en el colegio.
Y te puedes imaginar lo que sucedía.
Historias de terror, con sangre y muerte… se los quitaban de las manos.
Por desgracia, uno de los ejemplares llegó hasta las manos de la directora del colegio…
Antes de llamar al pequeño Stephen, decidió leerlo para saber qué historias eran esas del joven alumno que arrasaba en ventas.
Se quedó escandalizada.
Llamó al pequeño y le prohibió que volviera a vender cualquiera de sus historias en la escuela.
Pero eso no fue lo peor.
El verdadero problema surgió cuando le preguntó lo siguiente:
«Stephen, con lo bien que escribes, ¿por qué malgastas tu talento con historias así? Debería darte vergüenza».
Un zumbido en la mente que le acompañó hasta los 40 años y que le repetía una y otra vez que él no hacía verdadera literatura.
A pesar de todos los millones en el banco, pero esa es otra historia.
Sea lo que sea lo que vendas (seas copy o emprendedor), siempre se cruzará alguien en tu camino que te intente dar lecciones.
Te contará que estás malgastando tu talento, te explicará que podrías hacer las cosas de otra manera…
Pero al final del día, ella se irá a su casa y te quedarás sólo tu con tus pensamientos.
Más vale que estés orgulloso de ellos.
Carmelo Beltrán
PD: Esta historia la he sacado del libro Mientras escribo de Stephen King. Me está decepcionando bastante, pero merece la pena por las anécdotas.